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martes, 3 de octubre de 2017

Carta abierta a Eva Garrido

CARTA ABIERTA A EVA GARRIDO

Si empiezo diciendo que soy profesor de religión, muy probablemente, algunos dejarán de leer este escrito. Allá cada uno con su intolerancia. El pasado 24 de septiembre la Sra. Eva Garrido, secretaria de Política Educativa de Ia Federación de Enseñanza CCOO-CLM, nos animaba a que “rompamos una lanza por la escuela laica”. Para ello cargaba contra la asignatura de religión católica que, según su parecer, es la causante del fracaso escolar y social de los alumnos españoles, de todo el sistema educativo y de que se siga hablando de aquel dictador de nombre Francisco.

Me llama la atención su escrito, Sra. Garrido. Qué le voy a hacer. En mi asignatura no nos escondemos y todo el que elige y se matricula en Religión y moral católica sabe perfectamente qué vamos a aprender y desde qué cosmovisión vamos a aprenderlo. También sabemos que la clase de religión no es catequesis. No se ponen ni se quitan puntos por creer o no en Dios por celebrar los sacramentos o no hacerlo. Ahora bien, sí valoramos
enormemente a todos aquellos alumnos que se atrevan a pensar por sí mismos y a expresar sus ideas. Hace poco meses un alumno de bachillerato me decía “Jo (por no escribir el taco), en esta clase (Religión católica) es el único sitio donde puedes hablar con libertad y sin miedo”. No se si mi sueldo es alto o bajo pero esto es la paga que merece la pena.

Adoctrinar se puede adoctrinar en todos sitios. Recuerdo un profesor de matemáticas confundido que exponía un problema (lo simplifico, claro) parecido a este  a sus alumnos de secundaria: “Si entran en España 20 chinos y 15 moros ¿cuántos indeseables entran?”. O aquella profesora de lengua que mandaba a los alumnos de 2º de Bachillerato comentarios de texto de noticias curiosamente todas en contra de la religión católica. Casualidad que ocurría mientras que esta profesora se dedicaba en sus horas lectiva a mandar whatsapp y pintarse el ojo. Le juro que no exagero, aunque se que son casos excepcionales. Pero es para ilustrar lo fácil que es adoctrinar en cualquier asignatura, en la escuela pública o concertada. Perdónenme si los alumnos y sus padres, cuando eligen la materia de Religión católica, saben qué están eligiendo. Pues son los padres los primeros responsables de la educación de sus hijos. Educación que de manera reglada se da fundamentalmente en la escuela. Si los padres tienen esa posibilidad y eligen que sus hijos cursen religión en la escuela ¿Quién soy yo o ud. para ir contra su derecho fundamental?

Algún compañero suyo en Andalucía, de su sindicato,  ya reduce a los padres (entienda que hablo siempre de madres y padres, como me enseñaron mis profesores hace demasiado tiempo en el colegio) de los alumnos a meros colaboradores de la escuela. Creo que uds. han invertido los términos. Es la escuela la subsidiaria de los padres. Coeducadora si quiere. Pero no podemos arrebatarle a los padres la potestad que la naturaleza les ha conferido al engendrar, cuidar, amar a un hijo. Hijo que para muchas instancias es y será solo un número o, en el peor de los casos, un problema. Otro día si quiere debatimos con sus compañeros que ya no haya padres, ni siquiera progenitores sino solo guardadores ¿Damos clases a nuestros alumnos y se los entregamos tras el timbre de última hora a las familias para que los guarden en un armarito hasta el día siguiente? Procuren que el armario sea ropero, por favor.

Quisiera ver qué centro regala media hora de religión y qué inspector lo permite. Faltando a la verdad, Sra. Garrido, se olvida precisamente de la realidad que sufre la asignatura de religión y otras tantas, aunque lo permita la legalidad vigente. En  muchos lugares de nuestra comunidad se unen varios grupos de alumnos de religión alcanzando incluso cifras de entre 36 y 40 alumnos por aula. Es al profesor de religión al que no le salen las cuentas cuando ha de actuar un poco como torero, un poco como policía, un poco como empresario,  con más paciencia que el santo Job y siempre como maestro. Mientras dedica más de la mitad de su sesión semanal primero a hacer callar y luego a repasar. Si además quiere, puede intentar que los alumnos trabajen en el aula, piensen y juzguen por sí mismos (no nos queda tiempo ni ganas para adoctrinar como ud. puede entender) y aprendan algo útil para su vida. Todo esto con la esperanza de que la televisión o la redes sociales no les borre en cinco minutos la sesión que el profesor estuvo preparando durante dos o tres horas. Los profesores de religión somos también trabajadores… aunque parece, Sra. Garrido, que a ud. y a su sindicato o se les ha olvidado esto o nos quieren ver, a los maestros y profesores de religión,  engrosando la lista del paro.

Nací tres semanas antes de la promulgación de nuestra Constitución. Me alegra tremendamente ir cumpliendo años juntos y estoy agradecido a todas las mujeres y varones, padres de la constitución, que nos entregaron este legado. Pusieron la mirada más allá y nos regalaron este texto fundamental para vivir en democracia en el s. XX y XXI. En ella está clarísima la separación entre Iglesia y Estado (la Iglesia toledana lo llevaba intentando desde el s. VII). Y lo hace con una palabra que muchos obvian u olvidan: Aconfesionalidad ¡Qué grandes! Repito: ¡Aconfesionalidad! Si cuando hablamos de laicidad del Estado hablamos de esta adecuada separación, está  muy claro. Si radicalizamos la laicidad queriendo que lo religioso abandone la esfera de lo público a toda costa, creo que estaremos yendo contra los principios fundamentales recogidos en los artículos 16 y 27 de nuestra Constitución. En ella se basan los acuerdos internacionales entre el Estado español y el Estado vaticano de 1979. Mal que les pese a alguno ya estábamos en democracia ¿Pueden poner sobre el tapete un acuerdo mejor? ¡Háganlo! Lo demás es demagogia.

Estoy orgulloso de ser profesor en la escuela pública. Estoy orgulloso de ser profesor de religión en la escuela pública. Me ha costado y me cuesta a diario hacer valer el poco hueco que me deja la Administración. En los cupos de inicio de curso que mandan a mi centro suele haber 40 profesores más uno. Más uno soy yo, el profesor de religión. Se me cuenta a parte, pero se me cuenta. Yo no me cuento a parte. Y los equipos directivos con los que he compartido mi experiencia vital creo que tampoco. Cuando toca hora lectiva, todos en el aula, aprendiendo la materia con las técnicas, herramientas y profesionalidad propias de la escuela secundaria obligatoria. Si tengo que hacer guardias las hago. Si tengo que atender a padres los atiendo. Tengo que entregar programaciones, memorias, informes… Los entrego, los entrego, los entrego. Incluso echo una mano en mis horas libres. A veces incluso en mis días libres. Si alguien cree que exagero que pregunte por ahí.

Estoy enamorado de la enseñanza gratuita. La que pagamos entre todos los trabajadores con nuestros impuestos. Estoy enamorado de la enseñanza pública. Esa que depende de los poderes públicos;que está en manos de los poderes públicos, más en manos de estos que del público en general. Y es que el público en general elige, en nuestra región, la asignatura de religión mayoritariamente. Incluso a pesar de la asfixia. Le facilito solo datos de la enseñanza  obligatoria en centros públicos del curso 15-16 (no hay por el momento estadísticas más recientes ni incluyo los datos de la concertada para que nadie hable de contaminación): 118.797 matriculados en religión católica; 40.882 en Valores éticos, Valores sociales y cívicos; Medidas de atención educativa e Historia y cultura de las religiones. También hay 384 alumnos matriculados en la materia de religión de nuestros hermanos evangélicos. No me cabe duda que todos estarán recibiendo en unas u otras asignaturas los valores que forjaron la moderna Europa: la capacidad de trascender los límites, la universalidad, la idea de persona, el perdón,  la concordia, la capacidad de elección, el valor de la vida y del sacrificio, el trabajo, la misericordia, la honradez, etc. Como enseñamos en la clase de religión católica: estos números son personas. Personas reales. Alumnos y padres que eligen religión o no.

¿Quiere otro dato? No creo que ni la mitad de los alumnos de religión vayan a misa dominical. Ellos se lo pierden, pero no les vamos a evaluar sus creencia y menos aún sus prácticas. Tal vez por eso saca ud. esa conclusión: la clase de religión no deja huella y por eso todos los males sociales se deben a ella. En esto se equivocan cuando quieren imponer valores en vez de mostrar la bondad, verdad y belleza de los valores reinantes en Europa y España. Les animo a convencer en vez de imponer. Me da que puede que no haya entendido dos cosas. La primera de qué va el cristianismo católico. Si la última vez que se documentó sobre él fue en una catequesis infantil ha de saber que allí se enseñan sólo los rudimentos de la doctrina (de dónde viene las palabras “doctor” y “docto”, si lo prefiere lea “enseñanza”) católica y a un nivel muy elemental. En segundo lugar, que en clase de religión enseñamos qué creen, dicen o hacen los católicos. A nadie se le obliga a creer o a bautizarse. Sí a confrontarse con los conocimientos explicados en la materia, cosa que recomendamos hacer en todas las materias. Particularmente no he disfrutado más de la clase de historia que cuando una profesoresora más socialista que Pablo Iglesias Posse nos explicaba el pensamiento de Marx. Cuando te habla alguien que profesa lo que que explica -de ahí viene la palabra profesor-, te enamora. Y eso creo que es el afán de casi todo profesor, tanto de la enseñanza de iniciativa estatal como de la de iniciativa social. Por eso es lógico que el profesor de religión sea elegido por la autoridad eclesiástica competente como dicen todas las leyes de educación desde 1979 ¿Acaso le parece a ud. más coherente que, en vez de un grupo de expertos, el currículo, contenido y libros de texto de una asignatura los fijara el carnicero de la esquina? (No se moleste el ilustre gremio de los carniceros. Ese del que hablo es mi padre. Todo un artista en su campo tras casi 50 años de trabajo y todavía en activo).

Si quería, Sra. Garrido, criticar la LOMCE y hacer ruido, creo que lo menos apropiado es cargar contra el colectivo de los maestros y profesores de religión. Precisamente la LOMCE del Partido Popular es la que ha dejado más desasistida la materia de religión en los últimos años de la democracia. Al dejar al arbitrio de las comunidades la cantidad de número de horas que puede tener semanalmente la materia de religión ha creado un desfase entre comunidades que antes no existía. A los pobres compañeros de Andalucía no solo se les ha reducido el horario a la mínima expresión, una sesión semanal, sino que incluso la administración educativa les ha prohibido hacer guardia de recreo o pasear durante este tiempo libre entre los alumnos… No vaya a ocurrir que algún alumno descubra que la maestra o maestro de religión es una persona interesante y le de ganas de imitarlo.

Creo que serán muchos compañeros, de religión o no, los que pedirán y exigirán conmigo a los representantes políticos y fuerzas sindicales un pacto educativo por fín. Un pacto que busque el bien común de alumnos, padres y profesores, estabilidad legal a largo plazo y que, sobre todo, deje aprender, enseñar y trabajar en una escuela tan plural como nuestra sociedad del s. XXI.

Le deseo. muy buenos días.

Benito De la fuente Sánchez
Profesor de Religión y moral católica
I.E.S. San Blas - Añover de Tajo







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