Navegando me topé con este artículo publicado en
Gaudium Press en el que hace un buen y breve resumen de la historia de la orden benedictina. Os lo reproduzco a continuación:
Redacción (Lunes, 16-04-2012, Gaudium Press) La
entrada de Pablo a la comunidad cristiana impulsó el carácter universal
de la Iglesia. Investido de un especial carisma para llevar la buena
nueva del Evangelio a las naciones paganas, amplió los límites de la
Iglesia, como él mismo testifica: "vieron que la evangelización de los
incircuncisos me era confiada, como la de los circuncisos a Pedro
(porque aquel cuya acción hizo de Pedro el apóstol de los circuncisos,
hizo también de mí el de los paganos)" (Gl 2, 7-8).
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San Benito |
El Espíritu fue inspirando, de esa forma, a los mártires y las
vírgenes, los monjes y los misioneros, los doctores y confesores de la
fe. En el siglo tercero apareció el monacato, con San Antonio Abad y San
Basilio. En el siglo quinto el Espíritu suscitó al gran San Agustín.
Más tarde, el patriarca San Benito dio origen a uno de los mayores
movimientos de espiritualidad surgidos en la era cristiana, verdadero
soplo de renovación que alcanzó el occidente.
Lo esencial de la obra de Benito de Nursia consistió en trasformar
una sociedad dividida por revueltas, crisis y guerras, transformándola,
poco a poco, en la era "en que la filosofía del Evangelio gobernó los
Estados". "En el gran eclipse de la civilización antigua que sobrevino
en el tiempo de las invasiones, apenas permaneció otra luz, exceptuando
el floreciente imperio visigótico, de aquella que tuvo que refugiarse en
la brillante constelación de monasterios esparcidos por Francia y los
países septentrionales, especialmente en la remota Irlanda. Los monjes
fueron los transmisores del saber antiguo para los siglos futuros".
En el siglo sexto el monacato se enriqueció, con San Gregorio Magno,
de un carácter misionero, incorporando los pueblos germánicos a la
Iglesia y estableciendo las bases de la Europa cristiana. Así se expresa
Colombás:
Los antiguos monasterios, e incluso los solitarios independientes,
desarrollaron, por la propia fuerza de las cosas, una amplia actividad
apostólica, en el común de los casos no sacramental ni ministerial, sino
puramente espiritual. Esto es, los monjes actuaron no en calidad de
clérigos, sino de "hombres de Dios". Su acción emanaba de su
espiritualidad. Los impulsaba a la necesidad de las almas, cuando no la
voluntad de los obispos.
En el siglo noveno los monjes Cirilo y Metodio llevaron la palabra
evangélica al mundo eslavo, y en el siglo décimo la reforma monástica de
Cluny, iniciada por el abad San Bernon y continuada con éxito por sus
cuatro sucesores, entre los cuales se destaca San Odilón, dio origen al
movimiento devocional y renovador que configuró definitivamente la idea
de Europa y de cuyo dinamismo brotó, en el siglo XI, San Gregorio VII y
la denominada reforma gregoriana.
La verdadera ventaja de Cluny viene, por tanto, de haber tenido a la
cabeza, sobre todo en los primeros cien años, hombres excepcionales por
su temperamento, cultura, intuición organizadora y político y, sobre
todo, dotados de un carisma espiritual arrebatador.
Se puede decir que el esplendor de esa época, se debió, en gran
parte, a la influencia de la acción benéfica surgida de los claustros.
Los grandes vuelos del orden temporal tuvieron su raíz en esos
movimientos soplados por la gracia en el seno de la Iglesia, ya que la
misión de estos no se limitaba apenas al empeño por la santificación de
sus miembros, sino se extendía para el resto de la sociedad, visando su
sacralización.
No es posible cerrar los ojos a la acción benéfica que ejercen los
monjes universalmente no solo en los monasterios de todo Occidente, sino
en las cortes de los reyes y los papas, en los palacios de los obispos y
los castillos de los nobles. Ellos ponen en todas partes la levadura
evangélica, que, tarde o temprano, fermenta y produce frutos de
santidad, de espiritualidad, de reforma de las costumbres (cfr. LLORCA
et at. 2003, p. 243).
Por Monseñor João S. Clá Dias, EP